Las tamaleras son gente que
pelea, que llegó y conquistó
José Gabriel Chueca
Peru21, Lima 26/05/08
Se presentó recientemente, editado por la Universidad San Martín de Porres, el libro La vida en el entorno del tamal, de Humberto Rodríguez Pastor. El autor, que antes ya nos había abierto al universo chino en el Perú, ahora nos lleva a conocer nuestro país a través de este sabroso potaje.
"Yo estaba en la Universidad Católica cuando un amigo me habló de la Antropología, que en aquellos años se llamaba Etnología; entonces, me fui a San Marcos a estudiar. Ahí descubrí no solo que tenía la vocación sino que, en mi vida, ya había estado haciendo antropología", recuerda Humberto Rodríguez Pastor. Conversamos en su casa, en el Rímac.
¿Cómo así?
Porque yo siempre estaba averiguando la vida de la gente. Conversaba con las personas más humildes, como el jardinero o la señora que trabajaba en la casa. O me iba a comer a la calle, a los sitios más modestos. Era la vocación de ampliar el mundo social que tiene uno y de no quedarse en el que cae, de casualidad, en la vida.
¿Qué lo llevó a investigar el tamal?
Me pidieron que escribiera sobre la comida china y me inquietó el tema culinario. Sucede que cerca de mi casa, en el Rímac, hay una señora negra -mi esposa es afroperuana también y yo estaba cerca de ese mundo- a quien invitaba a conversar. Ella tenía una hija y vendían tamales. Fue así que me acerqué al tema, cuando vi que era un problema.
¿Un problema?
La venta era un problema para ellas, porque cuando Metro comenzó a vender tamales en Navidad, ellas bajaron sus ventas. Odiaban a Metro, como todos los vendedores de las cercanías. Yo conversaba entonces con la hija porque la mamá murió. Hay un primer libro sobre la vida de esta chica, Magaly Silva. El primer tomo del nuevo libro incluye su biografía, junto con otras dos.
¿En qué consistió el trabajo para La vida en el entorno del tamal?
Con el apoyo de la Universidad San Martín pude trabajar en grande. Fuimos a los pueblos e hicimos entrevistas a entre 700 y 800 tamaleras y a algunos personajes que han vendido o hecho tamales, como Rosa Elvira Cartagena. Me la encontré en El Carmen. Yo había leído que hacía tamales en Estados Unidos y que había hecho plata.
Uno asocia el tamal a la gente negra. ¿Cuál es su origen?
No es peruano. El nombre es mexicano. Tamali es una palabra náhuatl. Acá teníamos la humita. En Caral, hace 5 mil años, ya las había. El batán era la herramienta para moler maíz, ají, maní y lo que fuera. El tamal llegó y se propagó. Quienes lo tomaron fueron los nativos. En Lima lo tomaron los negros. Aún hay barrios de gente negra que hace tamales en Chorrillos. En el Rímac está Malambo. En Lima el tamal es negro, afuera no.
Para mi mamá, el tamal chinchano es el mejor. Hay tamaleras que dicen que lo venden cuando no es así.
El famoso tamal chinchano no es de gente negra. Y se reconoce ahí mismo: es cuadrado y está amarrado con seis vueltas, tres para cada lado. Además, es granulado, distinto al que comemos acá y al de Supe. Acá, uno puede agarrar el tamal. El de Supe es bien aguado, hay que comerlo con cuchara. Es grande y blanco. Supe es un pueblo tamalero. Así lo reconocen los pueblos vecinos. Y hay ferias en las que compiten haciendo el tamal más grande.
La tamalera es todo un personaje.
A mí me interesa, más que el tamal o su receta, las tamaleras, por una cuestión de justicia. Es como celebrar el año de la papa y no reconocer que fue el hombre andino quien la domesticó. Las tamaleras son quienes lo convirtieron en el plato del domingo, sobre todo en los sectores populares de la costa.
¿Cómo son ellas?
Hay de todo. A veces se odian. La competencia es brava. A Magaly le han hecho unas. Una vez se fue temprano, y cuando un señor preguntó por ella otra tamalera dijo que se había ido porque vieron una cucaracha en su tamal.
Qué mala.
Magaly se enteró y fue y le pegó. Ella se trompea como hombre. No es de jalar pelitos. Y es el caso de tantas señoras. Son gente que pelea por la vida, que llegó y conquistó. Las tamaleras aprenden a tratar al público en la calle. Ellas venden a las 5 o 6 de la mañana y ven pasar borrachos o drogadictos, así que aprenden a defenderse. Y han aprendido a conquistar al público, a coquetearle. Además, alrededor del tamal se constituyen espacios muy activos, por ejemplo, a la hora del desayuno. Aquí, a dos cuadras de mi casa, hay un lugar así, donde uno encuentra a esa gente que ha migrado en la lucha de la vida, que hace chicharrones, leche de soya... todos compramos ahí, hacemos cola, conversamos. A mí me encantan esos sitios.
Autoficha
Soy limeño, con seis generaciones de limeños detrás, por mi primer apellido. Viví en muchas partes del Perú porque mi papá era militar, así me acostumbré a distintos ambientes. Estudié Antropología en San Marcos. Estuve en el Apra un tiempo, la culpa de que me saliera fue de Fidel Castro, la revolución cubana y esa orientación que asumió toda una generación. Tengo cuatro hijos y ocho nietos. Poseo un Volkswagen del 74... es como yo, funciona bien pero por afuera parece viejo.
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